Tu nombre

Había una extraña calma cuando escribía tu nombre, como si llegara a casa y dejara atrás la lluvia.

Aunque al comienzo, no era así. Escribía tu nombre nervioso. ¿Contestarías? Éramos dos extraños nada más. Podríamos hablar un día, pero eso no garantizaba nada al siguiente. Podría ser solo un baile o un espectáculo completo.

Poco a poco, tu nombre se volvió un conjuro. Con él, te invocaba y lo que seguía era una aventura: a veces sólo para preguntarte algo simple, otras para contarte ideas complejas que navegaban en mi cabeza.

Cual fuera la respuesta, casi siempre escribías mi nombre. Decías mi nombre y yo podía volar. Pero prefería quedarme allí, a tu lado.

Y yo repetía tu nombre cuantas veces podía: Todas tus letras. Aquello es una de las delicias de hablar con los dedos y no con la boca. Frente a frente, es un poco más extraño decir tanto el nombre.

Dije tu nombre cuanto pude, pero no fue suficiente.

Lo único que me queda de ti es la última vez que escribí tu nombre en aquella carta donde te dije adiós.

No me atrevo a tirar tu nombre. Hoy no.

3 comentarios sobre “Tu nombre

  1. «Lo único que me queda de ti es la última vez que escribí tu nombre en aquella carta donde te dije adiós. No me atrevo a tirar tu nombre, hoy no»

    He de decir que esta parte me pegó. Se lo que es sentir eso. «Aquella carta donde te dije adiós…», uff…

    Lindo escrito. Un abrazo.

Deja un comentario