El fondo

El agua está caliente, aunque no quema. Entro con cuidado. No quiero resbalarme. Puedo sentarme en la orilla. Cuánta seguridad pueden darnos los bordes. Me despego a ratos, pero regreso. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Mis manos aún no están arrugadas. Aún hay tiempo. Me sumerjo. Intento decidir qué color tiene el agua. Es transparente, lo sé, pero a ratos parece turquesa, y después la noche la pinta y parece el universo.

Creo haber escuchado algo en el agua. ¿O fue afuera? Quizá debería intentar salir. Tomo aire. Pero el oxígeno en mi cuerpo me calma y decido esperar otro poco. El agua aún se siente bien. Vuelvo a sumergirme. Pero regresar me parece un poco más difícil. ¿Estaré perdiendo fuerza tras todo el tiempo en el agua?

Intento salir pero algo me sostiene. Primero creo que está en mis pies, pero mis manos tampoco pueden moverse mucho. Miro el agua pero es como no ver nada. El agua es espesa y oscura. Me abraza con fuerza. No me muevo, pues temo hundirme.

Pido ayuda, pero nadie viene.

Sigo sin moverme. Pero comienzo a hundirme. El agua es más espesa y fría.

Cuando temo que mi boca quede bajo el agua, lucho con todas mis fuerzas. Golpeo, pataleo, grito, empujo, salto. Pero nada. ¿Dónde está la orilla? No recuerdo haberme alejado de ella. Sin embargo, no la encuentro por ningún lado.

Cada vez el agua pesa más. Ha hundido mis hombros. Ahora reclama mi cuello y después vendrá por mi vida.

¿Todo esto siempre fue un pantano?

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