Ayer te dije adiós

Ayer te dije adiós.

Es cierto, no fue ayer, pero eso me parece.

La verdad es que ya pasaron varias noches. Aunque una verdad más profunda es que hace mucho que, en realidad, ya te habías ido.

¿Los días siempre fueron tan grises? Después de decirte adiós, granizó y, en sí, las nubes no se han marchado. Parece el cielo creado para una película melancólica. Sólo que aquí nadie apaga la luz de la sala y todo acaba. De algún modo, todo sigue.

Dicen que me aferre a la razón y al tiempo: esto pasará. Pero mi cuerpo grita, añora, desea e imagina. Imposible calmarlo. Me siento absurdo: ¿cómo quiero cruzar el mar sin barco ni alas? Sin embargo, allí estoy, en la orilla. mirando y esperando: ¿y si vuelves?

Pero no vuelves. Ya no. Y yo olvidé cómo salir de esta isla desolada. Sólo mi pecho habla.

¿Cómo callo al monstruo que creció en mi pecho? Que grita, que añora, que desea y que imagina. Le pido que me dejé respirar. Pero se niega. Y entonces me pregunto si decirte adiós fue lo que tenía que hacer.

De vez en cuando estoy a punto de romper mi tregua y buscarte. Porque tu ausencia me parece peor que tu silencio.

Me duele la garganta. No sé si es mi cuerpo castigándome por haberme rendido o son las palabras que no te pude gritar o, peor, las que no te podré decir nunca.

Ayer te dije adiós.

Es cierto, no fue ayer, pero eso me parece.

La verdad es que ya pasaron varias noches. Pronto pasará la primera semana sin ti. Luego vendrá el mes. Y seguirán las estaciones. Hasta tener una vida sin ti.

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